viernes, 17 de febrero de 2017

El zapato que no te calza

Nos pasa muy a menudo, al menos a las mujeres. Andamos por el centro comercial, buscando un par de zapatos para la noche o para una ocasión especial. De pronto, ahí están: perfectos, impecables, modernos, "ÚNICOS"; y efectivamente, tan únicos que son la única talla y por esos azares caprichosos del destino, pues no es la tuya.

No importa, los probamos igual, caminamos sobre ellos, con la fiel esperanza de que igual podemos andar cómodas con ese par de hermosos zapatos que amamos en cuento vimos, pero no nos calzan bien.

Una voz interna nos advierte, "no son tu talla", "ya habrán otros mas lindos o mas adecuados para la ocasión". Así que salimos de la tienda, pero esos zapatos no salen de nuestra mente, nos siguen a donde vamos. Vemos algunos otros también lindos, pero no los amamos como ese par que no son de nuestra talla. Luego de un par de vueltas más, volvemos y LOS COMPRAMOS. Si nos quedan grandes, pues se arreglaran  con un a plantilla (o dos), si nos quedan chicos, pues los mandaremos a la horma el tiempo que haga falta y por arte de magia serán nuestro número.

Y así, luego de intentar con gran esfuerzo, sacrificio e ilusión poder andar sobre esos bellos zapatos en los cuales hemos invertido tanto desgaste, reparamos en que nos nos quedan, que nos duelen y que lamentablemente, no podemos usarlos más.

Esa es la historia de mi vida, llevada al aspecto sentimental. Al igual que la historia de los zapatos que no nos quedan (que me pasa siempre de manera literal), los llevó igual y asumo el dolor o incomodidad que haya que soportar, porque yo quería ese par y no otro.

Reparé de esto en mi último cumpleaños, en que en busca del par para la noche de mis 30, vi los más bellos zapatos que me hubiese podido imaginar, me visualice con ellos toda la noche y otras, y cuando descubrí que me quedaban algo chicos, con mucha decepción  fui en búsqueda de otros, sin embargo, la obsesión no me dejaba querer comprar otros que no sean esos que me encantaron.

Tal cual nos sucede cuando descubrimos que no calzamos bien dentro de una relación, hay algo en ese hombre que nos hace querer que sea para nosotros, y puede ser no malo, pero no es nuestra talla y aunque lo intentemos y sigamos intentando, nunca calzaremos en ello. Y así, dejamos pasar la oportunidad de tener otros zapatos que quizá nos nos encaaaaanten tanto, pero que nos harán sentir igual de bien y mucho pero mucho más cómodas, sin tanto maltrato a nuestros pies, o en este caso, a nuestra alma.

Lo malo, es que somos obsesivas y no nos gusta saber que hemos perdido y lo intentamos y remamos con todo hasta quedarnos sin brazos. Y repito, no es que sea un malo o feo par de zapatos, solo que no eran el par indicado para ti.

Cuando nos cansamos, nos duele, nos incomoda, nos lastima, no podemos pensar que si los sacamos solo un rato, nos quedaran bien, al contrario, los pies se hinchan y cuando queremos calzarlos nuevamente, duele más. Y no me dejarán mentir.

Así que si ese zapato no es para ti, solo deja de usarlo y ya, y prueba con otro, que aunque no te haya deslumbrado como aquel que dejas de lado, verás que lo que no se fuerza, se siente mejor.

Ate,


Lunática a mil.

lunes, 16 de mayo de 2016

Dentro de mi

Era la tarde, había regresado de almorzar un día de oficina cualquiera, cuando lo supe. Las dos rayitas moradas aparecieron de inmediato y entonces mi mundo se detuvo, todo se quedó en silencio y mi corazón latía a ritmos que nunca antes había latido. Pasé del miedo a la desesperación, no sabía qué hacer, no estaba segura de lo que sentía. Apelé a mi última esperanza de una prueba de sangre, esperando que sea un error y otra parte de mi, queriendo que sea cierto.

Las horas que siguieron no había necesidad de esperar los resultados, yo, ya lo sabía. Creo que lo supe desde hacía algunas semanas; mi cuerpo me lo dijo, pero el miedo y la incertidumbre de todo, hizo que deje pasar el tiempo esperando, esperando no sé qué.

Llegó el esperado mail, no sabía como leerlo, así que lo leyó alguien más por mi. Era claro, tenía algo o alguien dentro de mi y no sabía qué sentir. El shock hizo lo suyo, mi cabeza no quería creerlo, pero mi corazón temblaba.

Llegó el momento de decírselo al coautor y esperar su respuesta, que era lo que más temía desde que las sospechas aparecieron. Todo a partir de ese momento, comenzó a ser en blanco y negro para mi. Perdóname por eso.

Las horas que siguieron fueron de mucho dolor y soledad, él no te quería, o mejor dicho, no nos quería. Recuerdo como una película borrosa aquella noche frente al acantilado, escuchando una serie de razones por las que tu inesperada existencia era una fatalidad. Me dejé llevar por la tristeza, por el desamor, por la sensación de una vez más haber querido con todas mis fuerzas y nunca haber sido correspondida, por aquella sensación de haber tropezado otra vez más con la misma piedra y por haber tenido que tenerte dentro de mi, para haber tomado conciencia de ello. Esa noche no pude dormir, mi mente se puso en blanco y olvidé que te llevaba en mis entrañas, para al fin dejarme llevar por el sueño.

El día que siguió fue muy oscuro, no podía sostenerme en pie por el dolor, por la desolación; una vida debería causar tanta tristeza? Acaso vida no era sinónimo de felicidad? Acaso una vida no debía ser una bendición? Yo no sentía nada de eso, quería dormir y despertar de esa pesadilla. Tenía que tomar una decisión y no tenía el valor para hacerlo. Por favor que alguien decida por mi y me diga que era lo que tenía que hacer. Los consejos de una y otra postura, no ayudaban, solo me confundieron más.

Las llamadas y mensajes del involucrado insistiendo en que no siga, en que debía sacarte de mi cuerpo, mis miedos de enfrentar esto sola, la incertidumbre de si iba a estar a la altura para darte lo que siempre soñé, me llevaron casi sin darme cuenta a aquél consultorio; y entonces te vi, te vimos, eras casi imperceptible dentro de algo que el médico llamaba saco, tenías solo el tamaño de una lenteja. La visión fue borrosa, pero fue suficiente para internalizar al fin que tenía algo dentro de mi cuerpo, que iba a crecer o que iba a desaparecer, según lo que decida.

Así que decidí, de la manera más cobarde, decidí con el egoísmo a flor de piel, decidí avergonzada, decidí con el corazón partido en dos. Decidí que serías una angelito que no llegaría a conocer el mundo a través de mi. No tienes una idea como debo cargar día a día con ello. Perdón donde quiera que estés.

Quiero que sepas que siempre sentí que te llevaba dentro, pero tenía mucho miedo como para querer tener la certeza; que ese tiempo que te sospechaba dentro, imaginé muchas cosas juntos, imaginé un final diferente, contigo creciendo y siendo amado y esperado por dos personas desde aquí afuera; pero el destino tenía planes distintos y mis sueños, solo eran eso. Cuando realmente supe que te llevaba en mi, quise pasar un día más juntos, aún cuando ya había decidido que seas un ángel.

Quiero que sepas que ese día negro, fui a ese lugar tenebroso, con un profundo dolor en mi corazón; y que cuando decidí que no te podía llevar más conmigo, fue pensando en que merecías mejores condiciones de las que yo podía darte en la situación en la que me vi.

Perdón por no haber sido capaz de despertar amor verdadero en el que iba a ser tu padre, perdón porque tal vez fue por culpa mía que no te haya querido, perdón por no tener la fuerza para seguir sola en este camino; perdón por haber perdonado a quien me empujó a hacer lo que hice; perdón por haberlo seguido amando aún después de habernos manifestado abiertamente que lo haríamos infeliz; perdón por no haber tenido el valor de tenerte y perdón por no haber tenido el valor de alejarme, cuando ya no te tenía.

Debo confesar que me sentí aliviada, pero no por ello, menos triste. El alivio fue porque yo no era capaz de construir el mundo que vi en mis sueños, te esperaban a mi lado días llenos de llanto, dolor y soledad, no era justo que una cosita tan pequeña y frágil como tú, pase por ello.

Hoy, después de algunas semanas, volví a decidir, porque te lo debo y porque me lo debo a mi. Elegí ser feliz, lejos de quien no quiso construir un mundo nuevo a mi lado, a nuestro lado, aunque ya no te tenga. Rezo cada día para que tu almita del tamaño de una lenteja, haya volado y se haya posado en otro vientre que tenga la fortaleza que a mi me faltó y de ser posible, que sea donde papá y mamá te amen en cuanto sepan de que ahora son tres, y rezo, porque no vuelvas a pasar por lo que pasaste esos últimos días que fuiste parte de mi. Lamento que hayas tenido que oír todas esas duras palabras, jamás imaginé que sería de esa manera.

Necesitaba escribir todo lo que siento y lo que sentí, porque no tengo fuerza ni cara para hablarlo con alguien más, la vergüenza que siento es tanta, que debo callar mi tristeza y porque la única persona con la que podía hablarlo, ha decidido que no quiere oír más de ti, quizá porque así le sea más fácil superar lo que hicimos.


Después de estas lineas, espero poder estar lista para perdonarme a mi misma, aunque cada noche antes de dormir, recuerde esas dos rayitas moradas diciéndome que alguna vez estuviste dentro de mi.


Perdón otra vez,

Ate,

Tu mamá (aunque la palabra, me haya quedado grande)

martes, 14 de abril de 2015

El miedo a decir Adios

A veces las historias se repiten. Es como si todas las lecciones que a punta de golpes nos dio la vida, no hubieran significado nada, no hubieran dolido como dolieron y no hubieran marcado como lo hicieron. 

Nos enfrentamos a una nueva historia, una nueva ilusión, un nuevo amor y por tanto, una nueva experiencia, pero de pronto, todo se repite una vez más. Es entonces cuando levantamos la cabeza, miramos al cielo y preguntamos ¿cuál es el problema conmigo?

Hay personas que sentimos que de un tiempo para aquí, la vida se esta poniendo un poco en nuestra contra, que nos pinta pajaritos y a la hora de la hora, solo se trataba de la misma chola con diferente pollera. Pero lo realmente malo de eso, es que ahora, más conscientes de la situación y con más respuestas que las veces anteriores, seguimos igual de necias, igual de porfiadas, tratando de encontrar una justificación que amerite que nos quedemos en el mismo lugar, esperando, una vez más, que la situación cambie.

Qué pasa cuando pasas mucho tiempo con una persona, tiempo tranquilo, tiempo feliz, pero que deja de ser todo eso de la noche a la mañana, o que apenas surge algún pequeño conflicto o desacuerdo entre ambos, todo se torna insostenible. Es normal tener peleas o discusiones, pero cuando las personas se quieren en la misma proporción, ceden, buscan solucionar, buscan un punto medio que satisfaga a ambos.

Pero, cuando en todas las discusiones solo es una la que pide perdón, solo es una la quiere solucionar, solo es una la desesperada por esa charla reconciliadora, y ves como en esos momentos de crisis la otra persona huye y salta del barco dejándote absolutamente sola, triste y confundida?. Tal vez la respuesta es obvia, pero por algún retorcido motivo, tratamos de justificar esa actitud esperando que al fin esté de humor, para que acceda (casi como sacar una cita médica) a hablar; o lo que es más grave, nos sentimos culpables de la discusión y dejamos de ver que el tipo que tenemos al frente es un tremendo pelotudo y olvidamos nuestro dolor para dedicarnos a hacerlo feliz y que "nos perdone".

Hace un tiempo vi un video que circuló por facebook, cuyo mensaje era el siguiente: si una persona tiene en sus manos la capacidad de evitarte un solo día de sufrimiento y aún así no lo hace, entonces esa persona no merece nuestro amor. Ese mensaje da vueltas por mi cabeza todos los días y pienso que si todos lo tuviéramos claro dejaríamos de sufrir tanto en nuestras relaciones; pero inmediatamente surge en mi cabeza la razón por la que todos alguna vez nos hemos quedado ahí, "el miedo a renunciar" por no querer enfrentar el dolor que eso podría traer consigo.

No rompemos, no dejamos, por que la carga emocional que viene junto con ello es muy pesada para soportarla y por ello, muchas veces escogemos quedarnos en relaciones o situaciones realmente disfuncionales, que no van a ningún lado, que es un pesar más que una alegría, solo por no enfrentarnos al rompimiento y en la mayoría de ocasiones, terminamos sufriendo mucho más de lo que hubiéramos sufrido de haber tenido el valor de decir adiós.

Y es que decir adiós es uno de los máximos miedos de la mayoría de seres humanos, porque tememos a la incertidumbre del mañana y a la incertidumbre de si tendremos el valor y la fuerza de soportar el periodo de " duelo". Muchas de nosotras nos damos por vencidas incluso antes de intentarlo y asumimos que seremos débiles y que finalmente volveremos a esa relación que no funciona, que no nos hace felices pero que nos evita la desesperación del "estar solas".

Ya basta de relacionar soledad con la falta de una relación sentimental; muchas tenemos o hemos tenido relaciones larguísimas en las que nos hemos sentido realmente solas. Así que soledad, no implica la compañía de un tipo que de te diga "amor" y al segundo siguiente te demuestre que no está contigo como tú estás con él,  que te diga que te "ama" y luego que necesita "tiempo", que te diga que eres "la chica que el quiere" pero ojo, solo mientras no jodas mucho porque si te pones molestosa, entonces es mejor dejarlo ahí. (Y ojo que ni siquiera estoy hablando de las relaciones reincidentes en la infidelidad)

Soledad, es la que llevamos en el alma, aún rodeados de mucha gente. Soledad es la que sientes cuando el corazón de tu chico, no late al mismo ritmo que el tuyo, cuando tu chico no quiere las cosas que tú, pero sabes que es eso también? Es dependencia pura y el depender de alguien para ser felices, solo es una muestra de que no hemos aprendido bien y que hemos distorsionado todo el concepto del amor.

Amar, no es dar cosas para luego presionar te las devuelvan. Amar es querer y aceptar a ese otro ser con todos sus defectos y amar también es comprender que si esos defectos no te hacen feliz, entonces es mejor darse la mano y decir adiós, porque nos amamos más a nosotras mismas. Nunca comprenderemos el concepto del amor, si antes no aprendemos a querernos más. Ya es hora de dejar de depender de una relación para sentirnos felices. Ya eso hora de comprender que vale más nuestra tranquilidad, que una pareja que constantemente te haga sentir decepcionada, y que es mucho más valiosa nuestra vida a solas pero en paz, que vivir torturadamente enamorada. 

Amor no es dolor, amor no es decepción, amor no es sufrimiento.Y eso que llamamos soledad, puede ser realmente fascinante una vez que nos damos cuenta que nos tenemos a nosotras mismas y que eso es más que suficiente.

Tal vez cuando alcancemos eso, podremos decir adiós sin miedo al mañana y solo así abriremos las puertas para la verdadera historia romántica que nos espera, la que no podemos dejar que llegue por nuestro miedo de "estar solas".


Ate,

Lunática a mil

CARTAS SIN ENVIAR #3 (Sentada esperando olvidar)

A ti que no sabes lo que quieres,

Escribo esto, porque aunque ha pasado un mes de todo, hay sentimientos que no puedo sacar de mí todavía y que no sé como manejarlos para que no perturben mi día a día.

Siento bronca, estoy molesta contigo, porque cuando recuerdo todo lo que pasó, solo puedo tener una idea: ¿que te hice yo para que me pagaras así? Lo pienso una y mil veces y no puedo encontrar la respuesta.

Soy consciente de que cometí errores, pero al igual que tú, nada que haya ameritado ocasionar un daño semejante como el que ocasionaste. Todo lo malo que hice, fueron cosas de impulso, de colérica, rabietas... nada mal intencionado y nada capaz de hacerse acreedor a tremendo golpe que diste final. Creo y siento que durante el tiempo que compartimos, me dediqué a ti, te quise, te di la oportunidad cuando tal vez no la merecías, cuando tenías mil y un cosas por las cuales yo podía decir esto no va más; pero sin embargo, te la di a ti, porque creí en tu nobleza, en tu bondad, en tus gestos y actos de cariño, en tus palabras. Yo no quería creer en ti, me rehusé al principio, tenía miedo, mucho miedo, pero tú me hiciste creer que tenías sentimientos sinceros por mi, me hiciste creer que contigo las cosas serían distintas a ese pasado no tan lejano y doloroso, que tu no jugabas conmigo, que tu corazón estaba conmigo y por mi, que sentías cosas lindas, fuertes, verdaderas. Ello, hizo que finalmente baje la guardia y te deje entrar a mi vida y lo que es peor, a mi alma.

Es claro que al principio no me sentía enamorada de ti, que te vi como aquella oportunidad de intentar curar las heridas del pasado, pero también fue evidente cuando comencé a sentirte dentro de mi y creo que ese fue el justo momento en que las cosas cambiaron. 

Sabes algo? Siempre tuve un presentimiento raro que no me dejaba estar tranquila ni sentirme segura de ti y de esa relación con tu pasado. Pero tú, en lugar de ser sincero y decirme que habían cosas que aún no habías olvidado, preferiste mentirme, como siempre has hecho, y hacerme creer que solo eran fantasmas que estaban en mi cabeza, que ninguna de mis inseguridades eran ciertas, que tu ya no querías nada con ese pasado, que era asunto muerto y enterrado. Por qué hacer eso????  No era más sencillo decir que no estabas seguro de tus sentimientos, como hice yo al principio? No era mas leal decirme que había cosas que recordabas y extrañabas todavía? Seguro que me hubiera molestado, pero al menos me hubiera hecho consciente del terreno en que estaba caminando y así me hubiera preparado o al menos esperado lo que vino.

No me preparaste para nada, me mentiste, me conquistaste y me hiciste quererte, quererte mucho y luego de algún tiempo, me hiciste necesitarte. No fue divertido, porque yo nunca jugué, eso se evidenció con todo el dolor que ocasionaste con tus estupideces.

Yo fui legal contigo, yo NUNCA te cagué. Incluso cuando aún sentía cosas por alguien más, NO te lo oculté y lo hice para que supieras donde pisabas y no crearte falsas ideas donde yo aun ni siquiera estaba segura. Yo SÍ pensé en TI y me prometí a mi misma que nunca te iba a fallar y todo, porque pensé que realmente valías la pena, aun con todas tus cosas que debía de aprender a manejar.

Estoy molesta porque me decepcionaste, porque mataste la imagen que yo había creado de ti o mejor dicho, que tú habías creado para mi. Porque me dejaste con un montón de sentimientos que estaban naciendo y porque de un momento a otro, tenía que esconderlos en algún lugar lejos de mi para poder sobreponerme a lo que hiciste y poder hacer mi vida lejos de ti sin sentirme hasta el culo, como me sentí. Porque mientras a mi se me partía el alma en dos por tu inesperada partida, tú habías decidido continuar tu vida con alguien más y no sentías una pizca de pena por dejar atrás todo lo que vivimos juntos. Porque mientras yo me encontraba en caída libre, tu parecías florecer sin mi y todo eso solo me lastimó aún más.

Por ratos siento que te odio, por haberte portado como un patán y por haber olvidado tan rápido nuestros recuerdos, cuando yo aún tengo que lidiar cada día con ellos. Por ratos siento que me odio a mi, porque a pesar de tener suficientes razones para aborrecerte y no sentir más nada, aún siento, aún pienso, aún no acepto.

Escribo todo esto porque como en la película, es mejor escribir para que así el dolor salga un poco de ti y no se quede tan adentro. Nunca leerás ésta carta, pero necesitaba decir todo lo que aún sentía aquí, atravesado justo en la garganta y que me presiona el pecho casi dejándome sin aire, me gustaría decirte esto y tal vez algunas cosas más a la cara, pero sé que ni siquiera vale la pena el mal rato.

Por ahora, solo tengo por consuelo que el universo es justo y siempre equilibra y será él y no yo, quien se encargará de ti. Por ahora, solo me queda esperar a ver si algún día serás capaz de hacerte hombre y pedir las disculpas del caso. Por ahora, solo me queda sentarme a esperar poder olvidar.



P.D Está carta fue escrita el 18 de Marzo de 2014, mientras atravesaba un gran dolor de una segunda decepción que terminó por anularme emocionalmente. El regresó, yo recaí por un tiempo, pero luego comprendí que yo estaba muy lejos y arriba de él como ser humano y entonces me fui... A veces sigue regresando a intentar quien sabe qué, regresa aún estando con ella. Yo no volveré, mi corazón ya está muy lejos.